Amo este nombre: Santa María de la Ribera. Así como amé pasar tantas veces por la calle Golondrinas en Coyoacán. No quiero investigar quién fue la tal Santa. Sólo quiero pronunciar ese nombre, porque aquí voy a vivir, si es que se puede predecir el futuro cercano, durante un año.
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Ayer me pasé y hoy me instalé. Estoy contento. Supe que era mi lugar desde que vine a verlo hace dos semanas. Entré y me recibió una gran sala que... en lugar de paredes tienen ventanales! Como cafeína para un cafeinómano! La pegaron conmigo. Y luego, la ducha amplia, donde - como diría mi amiga belga, Irka -se puede bailar adentro. También el cuarto amplio y bastante privado, el closet espacioso, el balcón en mi cuarto y la roommate tranquila, escritora y buena gente. Trata de darle instrucciones al mae más desorientado del mundo: "el minisuper queda a la izquierda, derecha y luego, derecha"; "la mueblería donde puedes comprar tu escritorio por 50 pesos queda llegando a Torres Bonet con Cuautémoc, a 3 cuadras si caminas hacia allá"; si te dan más de las 12a.m. afuera, te vas a Insurgentes, agarrás y el Metrobús, te bajás en tal, y luego doblás así, y luego a la derecha, y luego así"… y señala con sus dedos. Me parece buena persona. Yo disfruto de su hablar pausado y de su acento salvadoreño. Y hoy se pasa el tercer roommate, un peruano. Un tico, una guanaca y un andino. No suena mal.
Pasarme a este nuevo aparta fue reconfortante. Contradicción: me vine solo con un edredón y dos maletas. Recordé cuando me "fui" a vivir con Luis Ca y con Nicole a la casa en Sabanilla. No teníamos más que lo mínimo necesario para habitar un poco decentemente un espacio: una refri, algunos platos y cubiertos, nuestras camas y sus respectivas cobijas y mucha ilusión de vivir una nueva etapa entre pares. Ahora es lo mismo. Ayer realicé que a mis 30 estoy sin casi nada: unos pesos en mi tarjeta de débito, sólo un colchón en mi nuevo cuarto (sin la estrucura, duermo en el piso), mi ropa y un edredón prestado. Y me siento feliz! No es euforia, es felicidad. No sé porqué pero encuentro fascinante entrar a un nuevo lugar, aunque eso significa entrar casi desnudo. Pero hay que ser realista y saber que no se puede vivir sin jabón para bañarse. Hoy fui al súper y ya tengo lo básico. Desde una maquinilla de afeitar hasta el cereal para desayunar. Ya es algo. Algunas cosas en la despensa (si es que se le puede llamar así), cepillo de dientes y pasta, mis libros, mis cuadernos de apuntes, la inseparable compu y vamonos! ¿Para qué más?
Estoy contento de haber dejado mi comodida en San José. Mis almuerzos alrededor de la UCR, mi cuarto tibio cuando no olvidaba cerrar las ventanas antes de irme a dar una vuelta, mis tardes para editar sólo una que otra cosa y mis constantes idas y venidas al chino de la esquina a comprarme unos toreaditos con limón y sal. Y no es que no me gustara, todo lo contrario. Si estuviera ahí mañana mismo lo volvería a hacer. Pero estoy contento de estar en un nuevo espacio y sin ese confort, lo cual me empuja a tener que moverme para vivir y sobrevivir en este gigante de concreto. Duermo en un pequeño cuartito en una ciudad de, dicen los unos de 20 millones, los otros de 25. La verdad nadie sabe. Me hago un puñito y me acurruco en mi cama sientiéndome protegido, no sé por qué.
La semana pasada besé a una chica, de nombre muy hermoso, sabiendo que tiene un bebé. Nunca lo había hecho y la veré el martes. Hoy en el super compré un chocolate en polvo llamado "Chocolate don Gustavo" y buscando cremasme encontré una de leche de burra.
Son las 10:40 y acaba de llegar el nuevo roommate (el peruano). Al igual que yo, está recién llegado al depa. Voy a ir a conocerlo.
Venimos sin nada, y sin nada nos vamos, solo con lo vivido, lo viajado, con todo lo que nos atrevimos a probar.
ResponderEliminarNadie nos quita lo bailado mi Gus, y me llenan de luz tus ventanales.
hermosa! te quiero un montón! vos tb sos luz en mi vida!
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